La celebración del viaje más apasionante

Cada gran celebración de nuestra vida conmemora, en realidad, el inicio de un importante viaje. Solemos celebrar en grandes restaurantes para eventos los acontecimientos que marcan nuestra vida; por lo general, los tres más importantes son los reconocidos como la BBC (que no tiene nada que ver con la cadena británica ni con la delantera del Real Madrid) sino con las bodas, los bautizos y las comuniones. Se puede decir, sin miedo a equivocarse, que esas tres son las tres celebraciones más relevantes a las que nos tendremos que enfrentar en la vida. Y si nos fijamos, y nos permitimos ponernos un poco metafóricos un momento, las tres están delimitando el inicio de un viaje que marcará el devenir de nuestra existencia en los próximos años de nuestra vida.

El bautizo es la celebración del nacimiento, la nueva llegada. El protagonista tiene toda una vida por delante y, por eso, se celebra a lo grande su irrupción en este mundo. En las comuniones, más allá del evidente significado religioso y católico de la celebración de la eucaristía, se puede intuir el principio del paso de la niñez a la adolescencia. Los niños han crecido, empiezan a entrar en un principio de madurez que tardarán años en alcanzar. Pero comienza otro viaje. Y qué decir de las bodas, un viaje en sí mismo que, además, conduce a la creación de todos los viajes citados con anterioridad. El matrimonio es un viaje en sí mismo. Significa la celebración de una unión, un enlace que tiene como principal razón de ser la de caminar junto a la persona elegida el resto de la vida. Un viaje para emprender el más importante de los viajes.

Elegir el lugar en el que celebrar estos eventos tan marcados en la vida de uno es algo harto difícil. La magnitud de la celebración, y sobre todo de la lista de invitados, que suele ascender a casi todos los miembros de la familia con los que se tenga algún tipo de relación, por menor que esta sea, hasta algunos con los que ni siquiera se tiene ya, hacen del espacio una decisión mucho más importante de lo que parece. El presupuesto es siempre el principal escollo a salvar en estas decisiones. Pero, claro, nadie quiere escatimar en momentos como estos y las familias buscan sorprender, agradar y, en última instancia, proporcionar al resto de los invitados la suficiente satisfacción como para que su fiesta no sea recordada por todo lo contrario precisamente.

Estos problemas de elección se hacen todavía más patentes en las bodas que en los bautizos y las comuniones (en los que las expectativas no suelen estar tan altas). En las celebraciones de los nuevos matrimonios se mezclan generaciones (abuelos, padres, amigos, hijos), se mezclan horarios (celebración en la tarde, coctel justo antes de la noche, cena con la noche ya caída y posterior fiesta de baile y copas) y se mezclan todo tipo de sensaciones (felicidad, reencuentros, etc.). Por eso el espacio elegido termina por ser mucho más importante de lo que parece a simple vista.

Es cierto que, desde siempre, han existido salones para bodas, especializados en la organización y celebración de estos eventos de una forma satisfactoria. No obstante, en los últimos años, en los que ha aumentado el número de bodas que se celebran en el mismo sitio que el convite y la fiesta, también han proliferado las fincas que celebran este tipo de eventos dando cobertura completa (boda, fotografía, cena, baile, copas, barra libre y todo tipo de añadidos que se puedan ocurrir para que los invitados disfruten la noche). Es el caso de los salones La Espuela, que desde Castellón ofrecen la posibilidad de una celebración completa en la que tanto los invitados como los recién casados puedan disfrutar tanto de una elegante, sofisticada y esmerada cocina en su banquete como del mejor espacio y la mejor música en la celebración posterior. Desde luego que el día de la boda es un día para recordar. Por eso el espacio escogido para ello es primordial a la hora de conseguir los objetivos y disfrutar de una gran noche en compañía de nuestros seres queridos. El recuerdo es para toda la vida.

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