El transporte de última milla marca la diferencia en el sector.

El transporte y la logística están viviendo un periodo de expansión y crecimiento. Un momento dulce para el sector. Cada vez hay más empresas que mueven mercancías de un extremo a otro del planeta. Servicios como el transporte de última milla es lo que marca la diferencia entre ellas. Como más o menos intuimos todos, el transporte de última milla consiste en llevar el producto a la puerta del consumidor.

Hasta llegar a su destino final, los productos han seguido un largo recorrido. Puede ser que hayan atravesado varios países y continentes. Que hayan empleado varios medios de transporte: barco, camiones, avión. Pero no consideramos que el transporte está concluido hasta que un repartidor nos entrega el paquete en la puerta de nuestra casa.

Es la fase final del proceso. El transporte de última milla se ha generalizado tanto para empresas como para particulares. Para grandes envíos y para compras pequeñas. En ello ha influido la popularización del comercio digital. En realidad, este último paso es un servicio costoso, pero es el que hace que una empresa de transporte se diferencie de la competencia.

En un sector tan competitivo, como es el transporte y la logística actualmente, los agentes de Trasportes Internacionales, una empresa del grupo Star Cargo, con sede en Madrid, que lleva desde 1996 gestionando envíos de mercancías a nivel internacional, subrayan que la clave de prestar un buen servicio está en ofrecer soluciones personalizadas para cada empresa, que se adapten a las necesidades y condiciones del cliente. Esto suele implicar, además del transporte y la gestión administrativa, aspectos como la logística y la manipulación correcta de las mercancías.

El reparto final.

A nivel doméstico, que es como más conocemos este servicio, el reparto de última milla se efectúa con unos medios y un personal diferente al que ha operado en todo el proceso del transporte.

Las mercancías, en grandes cantidades, han llegado a los almacenes centrales de la empresa y desde allí se distribuye con furgonetas (u otros medios) siguiendo rutas de reparto.

El sistema se ha copiado del servicio postal, que lleva operando en todo el mundo desde el siglo XIX. Ahora bien, los servicios postales son un servicio público, creado por los Estados, y que cuentan, desde hace tiempo, con una infraestructura difícil de replicar por parte de las empresas privadas.

Correos cuenta con almacenes centrales en todas las grandes ciudades. En cada pueblo, en cada barrio, dispone de una estafeta desde la que se gestiona la entrega final que realizarán los carteros. En caso de que el destinatario no hubiera recibido la carta o el paquete, porque en ese momento no se encontraba en su domicilio, dispone de un establecimiento físico, la oficina de correos, donde poder reclamarlo.

Todo un despliegue de medios difícil de emular si no se cuenta con una inversión potente como la que pueden realizar los Estados. Aun así, las empresas de transporte intentan replicarlos con los medios que tienen a su alcance.

Para ello, muchas empresas logísticas tienen una sección especial que se dedica en exclusiva al transporte de última milla o subcontratan a otras empresas que solo efectúan esta tarea.

Aumenta la satisfacción del cliente.

Desde un punto de vista general, el transporte de última milla es un servicio extra. Una prestación Premium. Si el distribuidor del producto, o la propia empresa de transporte, dispone de un punto de atención al público accesible, no tendrían que estar obligados a llevar el paquete a la casa del cliente.

Sin embargo se hace por la propia dinámica de la competencia. Ya que otros rivales lo hacen, para no quedar desplazado del mercado, la empresa debe incluir este servicio dentro del propio transporte.

El único sentido que tiene el transporte de última milla es aumentar la satisfacción del cliente. Al hacer un envío más cómodo, el paquete se lleva hasta la casa del destinatario final, a una hora en la que lo puede recibir, y con rapidez y premura en la entrega; con todo esto hay más posibilidades de que el cliente vuelva a contratar el servicio. Con ello se persigue fidelizar a la clientela.

Es tal el auge que ha alcanzado el servicio de entrega a domicilio, que hasta las cadenas de los supermercados lo han incluido como una opción de distribución. Este reparto es una modalidad de transporte de última milla. Solo, que en este caso, el envío, en lugar de prepararse desde los almacenes de la empresa, se organiza desde el supermercado más próximo. Para que este servicio salga rentable, los supermercados exigen un mínimo de compra o cobran un plus.

La fase más costosa.

El transporte de última milla representa entre un 20 y un 50% del coste total del transporte. Estamos hablando de la fase más costosa de todo el proceso, la cual encarece considerablemente el servicio en su conjunto.

La web de información E-Commerce News subraya que este último año ha aumentado un 18% el precio del transporte de última milla. El precio medio de una entrega a domicilio está en 7,1 €.

En este encarecimiento del servicio influyen factores como el aumento del precio de los combustibles. Los cuales no paran de crecer en los últimos años debido a las fluctuaciones de la inflación.

Sin embargo, el factor determinante de esta carestía se encuentra en la relación entre la oferta y la demanda. Cada vez más consumidores exigen la entrega del producto a domicilio, y no existe una cantidad de empresas y una infraestructura suficiente para absorber toda la demanda.

Aunque este servicio ya existía, la pandemia del COVID-19 disparó la entrega a domicilio y el comercio electrónico hasta límites inesperados. Una tendencia, que lejos de ser coyuntural, se ha hecho cultura.

La entrega a domicilio se ha convertido en un salvavidas para el comercio minorista. Muchos pequeños distribuidores encuentran en este servicio un recurso para sobrevivir en una economía cada vez más globalizada. Aunque, para ello, asumir los costes de este servicio le suponga un esfuerzo económico nada desdeñable.

La clave está en la logística.

Desde luego, como señala E-Commerce News, para prestar un buen servicio y para que el transporte de última milla sea menos costoso, la clave está en invertir en logística. Almacenes acondicionados, ubicados estratégicamente cerca del domicilio del cliente final, que permita una entrega rápida a un menor coste.

En este sentido, en los tres últimos años ha aumentado la inversión en logística un 33% en todo el país. Esta inversión se concentra en las 3 grandes ciudades. En Barcelona se invierte el 33% del capital destinado al aumento y mejora de la logística. Madrid acapara el 29% de las inversiones y Valencia el 19%. Entre las 3, abarcan el 81% de las inversiones.

Determinadas ciudades se han convertido en centros logísticos, desde los que se abastecen territorios más extensos. Es el caso de Albacete, que facilita la distribución de productos desde Madrid hacia el Sur y el Levante; o de Zaragoza, que por su ubicación estratégica a medio camino de grandes centros de población: Cataluña, Madrid, Euskadi, lo convierten en un lugar idóneo para instalar almacenes intermedios.

Grandes marketplace como Amazon han hecho de la planificación logística el recurso principal para prestar un servicio de calidad. Todavía sorprende como la compra de un producto por internet, fabricado en Asia, lo podamos recibir en casa al día siguiente de la compra.

Los desafíos.   

En los tiempos que vivimos, el transporte de última milla tiene que abordar una serie de desafíos para hacer que sea más efectivo y más rentable. El blog de la plataforma de comercio online Shopify señala 4 bastante importantes. Son los siguientes:

  • La complicación de la entrega. A medida que el comercio electrónico ha ido creciendo, el volumen de entregas ha aumentado a un ritmo exponencial. Esto hace que aparezcan errores e ineficiencias. El envió a domicilio se ha extendido a zonas rurales o menos pobladas, donde existe menos logística para atenderlo. Al mismo tiempo, las grandes ciudades ven como el transporte de última milla aumenta a un ritmo desorbitado, lo que complica la rapidez en las entregas, que han sido siempre una de las señas de identidad de este servicio.
  • Las devoluciones.En el caso de que un cliente no quede satisfecho con el producto recibido y lo devuelva a almacén, el coste del transporte recae en el distribuidor, por lo que se puede convertir en una fuente de pérdidas económicas.
  • Entregas fallidas.Un envío que no ha podido recoger el cliente, porque en ese momento no estaba en casa, representa un sobrecoste para la empresa de transporte. Deberá ponerlo en ruta al día siguiente u ocupará un espacio en el almacén hasta que sea recogido o se devuelva al distribuidor.
  • Impacto medioambiental.Este servicio tiene un impacto, en cuanto a emisiones de CO2, considerable. Una nutrida flota de furgonetas haciendo repartos todos los días aumenta la contaminación en las ciudades.

Como vemos, el transporte de última milla nos resulta más cómodo a los consumidores, pero aún quedan flecos por ajustar.

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