Un día por casualidad, mi novio y yo nos pusimos a buscar apartamentos en la zona levantina. Ese verano nos apetecía cambiar de aires. Habíamos estado durante seis años en Chipiona, y queríamos ir al Levante, ya que muchos amigos nos hablaban bien de ello.
Rastreando por la web fuimos a parar a Cullera. Bendita la hora en la que Google me lo indicó. Corría el año 2006, y fueron las mejores vacaciones de mi vida. Bañada por las aguas del golfo de Valencia, regada en sus extensas llanuras de arrozales y cítricos por el río Júcar y al amparo de la omnipresente montaña de les Raboses, Cullera ofrece al turista un entorno privilegiado.
Aún recuerdo mi visita a su faro. Se eleva con 16 metros de altura y, aunque no se puede visitar por dentro, te recomiendo que lo veas por fuera. Sobre todo que subas la calle que te lleva hasta él, pues las vistas del Mar Mediterráneo y de la costa de Cullera son increíbles. Y si estás enamorada como yo, aún más.
Hasta tal punto me gustó la ciudad que tres años después decidí comprarme una casa allí. En plena costa. No era nueva, el presupuesto no me llegaba, así que tuve que comprar una de segunda mano. Contrate a una empresa, que me recomendó mi amiga Marivi, que a ella le había hecho una reforma de cocina en Sueca, para reformar el apartamento en Cullera y me lo dejaron de mimo.
Además realicé una rehabilitación de la fachada en mi casa de Cullera. Ahora me ha quedado un auténtico palacio. Este verano cumpliré diez años de mi primer viaje a este bello lugar. Supongo, y espero, que mi chico me tenga algo preparado para celebrar un décimo aniversario tan especial.
Si tenéis pensado hacer una visita, me voy a permitir el lujo de haceros alguna sugerencia. Por ejemplo, una visita obligada al Mercado Municipal, ya que no es un mercado cualquiera, sino un bello edificio de estilo modernista así como de la vida cotidiana de los vecinos, pues es su punto de encuentro. Consta de cuatro pabellones, una zona de jardines y en su interior alberga el Auditorio Municipal, donde se puede disfrutar de conciertos. Allí vi un día yo un concierto de mi grupo favorito Vetusta Morla.
Si eres de los que aprovechas tus vacaciones para visitar museos, ya se sabe que siempre queda muy de ‘postureo’, apunta porque Cullera tiene unos cuantos. Además del Refugio de la Guerra Civil, está el de Historia y Arqueología, las torres museo de la Reina Mora (y la del Marenyet, el Fallero, o la Cueva Museo del pirata Dragut. Aunque si me tengo que quedar con uno, lo hago con el del Arroz. Está instalado en la Ermita dels Sants de la Pedra (del siglo XVIII), que encontraréis ubicada junto a los campos de arroz, los marjales y la Albufera, Y claro está, aprovecha y ese mismo día disfruta con un plato de paella que te quitará el sentido.
Entre los edificios religiosos, aunque no soy muy de visitarlos, destacan la Iglesia Parroquial de los Santos Juanes (la primera y única de la ciudad hasta 1950) y la Iglesia Parroquial de la Sangre de Cristo construida en 1614. Junto a esta última podéis visitar el Hospital de la Sangre, levantado a finales del siglo XIX.
Como puedes ver, no miento cuando digo que quedé enamorada de la ciudad, de la gente, de la gastronomía, de las calles y del encanto de Cullera. Muy recomendable.