El mejor viaje puede tener contratiempos

Estaba con mi pareja el típico jueves por la noche pensado en que haríamos el fin de semana. Total, que mirando en el mapa un desplazamiento que pillara no muy lejos, nos decidimos por Valladolid. Como vivimos en Madrid, nos pilla a dos horas en coche, por lo que saliendo el viernes por la tarde a las 3 después de trabajar podíamos estar para disfrutar de la tarde noche castellana.

Muy animados hicimos las maletas y a eso de las 3 y media ya estábamos en ruta después de ir a recoger a mi mujer al trabajo, ya que yo ese día tenía unos análisis y salía un poco antes de trabajar. Íbamos plácidamente por la nacional de toda la vida, un bonito viaje donde pasas por la sierra madrileña y después pasas por pueblos de Segovia, cuando de repente empezamos a oír como un murmullo y como la sensación de rebotes en el coche.

El ruido cada vez era más fuerte y decidimos parar ya que la cosa no iba bien. Buscando en Internet leímos que podía ser la suspensión, así que terminamos parando en unos desguaces por si ellos sabían que pasaba.

Con ese buen recuerdo, pensaba que en aquel desguace segoviano nos ayudarían, pero era bastante más pequeñito y se disculparon, pero nos ayudaron llamando a un taller amigo, donde nos comentaron que era un problema de suspensión y que deberíamos cambiarla, pero que si íbamos tranquilos podíamos esperar a la vuelta del viaje para llevarlo al taller.

Valladolid, una agradable sorpresa

En las zonas de curvas era donde más se notaba, en línea recta casi no era apreciable, por lo que decidimos tirar para Valladolid y disfrutar de la ciudad castellana, a la que llegamos sobre las 8 de la noche después del asunto de la suspensión.

El fin de semana fue magnífico y pudimos pasar unas gratas jornadas en una ciudad, que si bien no tiene ningún monumento de esos de impresión, como son las vecinas Burgos, León o Salamanca, sí que cuenta con interesantes museos y una oferta cultural bastante amplia con lo que terminamos yendo al teatro el sábado por la noche.

A nivel gastronómico se come de vicio, como en toda castilla, ya fuera terraceando o un horno de asar, estaba todo de “chuparse los dedos”. Es una ciudad en toda regla de tamaño medio y la verdad es que sorprende, porque, pese a la cercanía no suele ir tanta gente como a otras ciudades próximas, algo que quizás suceda no sé si por falta de promoción o por falta de un monumento que realmente haga reseñable a nivel turístico la ciudad.

Nosotros no podemos hacer otra cosa que recomendarla, ya que para un fin de semana ofrece sobrados atractivos para que no nos aburramos en ningún momento. Buena escapada gastronómico/cultural la verdad y encima bien cerquita para los que vivimos en Madrid.

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