Estoy convencida en que los lugares a los que viajamos y la forma en que lo hacemos dicen mucho más de nosotros de lo que podemos llegar a imaginar. Un estudio reciente que habla de las tendencias en viajes que hemos seguido, y seguiremos, los españoles en este año 2.019, destaca que ya no sólo viajamos por puro placer, sino que es el aprendizaje una de nuestras principales motivaciones, y es que un 63% señala que viajar les ha preparado para mejorar sus vidas, y no sólo en el aspecto más personal. Ya no se trata de que nos llevemos algo nuevo con nosotros en cada intercambio cultural, sino que muchos de nosotros, o de los afortunados que se lo han podido permitir, han aprovechado sus vacaciones para formarse.
Dependiendo del tipo de viaje que queramos hacer, la planificación es muy distinta. Y es en este punto donde me gustaría centrarme en una ciudad que parece que ha estado y estará ahí siempre: Sevilla. Una ciudad que nos ofrece innovación y tradición a partes iguales. Un destino que no deja de aportar nuevas experiencias, tanto si lo escoges para una pequeña escapada, como si lo haces para una larga estancia.
Sevilla: tradición y actualidad.
Tendríamos que remontarnos casi 3.000 años atrás para situarnos en el nacimiento de esta hermosa urbe. Sevilla ha sido romana, visigoda, musulmana y cristiana. Cada una de estas culturas la ha hecho especial, pero son las influencias de todas ellas la que la hacen única. Por si fuera poco, su privilegiado clima y el carácter acogedor de sus gentes la hacen un destino deseable para cualquier viajero.
De todos es conocida su Semana Santa y su Feria. Es en estas fechas cuando la ciudad recibe sin duda, mayor afluencia de turistas. Dicen que la Semana Santa sevillana hay que vivirla, no vale con que te la cuenten: entre el Domingo de Ramos y el Domingo de Resurrección, 60 hermandades procesionan hacia la catedral de la ciudad. El fervor y la pasión que se vive esos días dicen que te hace vibrar, sin importar cuales sean tus creencias. La ornamentación escultórica y orfebre de los pasos, la devoción de los costaleros, y la música que todo lo baña, hace que en tus retinas quede grabado un recuerdo único.
Pero Sevilla no es ciudad sólo de una o dos temporadas, es para visitarla durante todo el año ya que recorrer la ciudad dando un paseo escuchando flamenco, viendo el contraste de colores, envueltos en ese olor a naranjo tan suyo, la hace sin dudad un experiencia divertida y enriquecedora a partes iguales.
Qué visitar
Si tuviéramos que escoger, éstos serían algunos de los lugares o monumentos imprescindibles que deberían estar presentes en nuestro viaje. No hay mal que por bien no venga, si no nos da tiempo a verlo todo en una escapada, siempre tendremos excusa para volver:
El parque de Mª Luisa: declarado Bien de Interés Cultural en 1.983, es el primer parque urbano de Sevilla y uno de sus pulmones verdes. No es necesario disponer de mucho tiempo para su recorrido, y aún así podremos disfrutar mientras tanto de su vegetación, sus caminos y estanques, así como de la estatua de Bécquer, costeada por los hermanos Álvarez Quintero.
Lindando con este parque nos encontramos La Plaza de España: de grandes dimensiones (170 metros de diámetro). Dicen que su forma simboliza el abrazo de España a sus antiguos territorios americanos, mirando hacía el Guadalquivir, señalándonos el camino a América. Absolutamente famosa por la azulejería regional de sus bancos, la foto en el que representa tu provincia de origen, si es que eres español, la hacen parada obligatoria. Y para todos, sus paseos en barca.
El Museo de Bellas Artes: inaugurado oficialmente en 1.841, actualmente es considerado una de las mayores pinacotecas del mundo. Imprescindible si quieres conocer la pintura barroca sevillana de Zurbarán, Murillo y Valdés Leal. Para los residentes en la UE, la entrada es gratis. Los domingos abre, así que es un buen día para visitar el mercadillo de arte en la misma Plaza del Museo.
La Catedral: cuyo nombre es Catedral de Santa María de la Sede, de estilo gótico, se trata de la catedral más grande del mundo. No en vano, la Unesco la declaró en 1987 Patrimonio de la Humanidad. Su impresionante fachada, sus pórticos y un sobrecogedor interior, en el que, supuestamente, se encuentra la tumba de Cristóbal Colón, hacen que sea lugar imprescindible dentro de este paseo por la ciudad.
La Giralda: es el nombre que recibe la torre campanario de la Catedral, que fue durante siglos la torre más alta de España, así como una de las construcciones más elevadas y famosas de toda Europa. Su arquitectura única y original, ha servido de inspiración a multitud de torres posteriores en Estados Unidos, Rusia, Polonia y otros países del mundo. Por 1.50 euros, sevillanos, estudiantes, parados y jubilados pueden vivir la experiencia de subir a su campanario.
A un paso de la Catedral, nos encontramos Los Reales Alcázares: es un conjunto palaciego amurallado, que al haber sido construido en diferentes etapas históricas tiene influencias islámicas, mudéjares góticas. Se trata de unos de los palacios en uso más antiguos, ya que es la residencia de la Familia Real Española cuando visitan Sevilla. Como anécdota, sus jardines se utilizaron como escenario de algunas secuencias de la última entrega de la conocida serie “Juego de Tronos”.
Al margen izquierdo del Guadalquivir, no encontramos La Torre del Oro: se trata de una torre albarrana del siglo XIII, declarada monumento histórico-artístico en 1.931. Se cree que su nombre se debe al brillo dorado que reflejaba sobre el río. En su interior contiene el Museo Marítimo de Sevilla, que los lunes puede visitarse de manera gratuita.
Junto a la Torre del Oro, Plaza de Toros y Teatro Maestranza (que comparten calle y nombre), son los vecinos más admirados del paseo de Colón. En el interior del edifico se encuentra el Museo Taurino, inaugurado en 1898. En él se encuentran cuadros de los siglos XVIII, XIX y XX, carteles taurinos, trajes de torear, bronces, azulejos y esculturas
El Barrio de Santa Cruz: se trata de un barrio del distrito Casco antiguo de Sevilla. Se trata de un antiguo barrio judío, en el que sus calles están dispuestas de forma laberíntica y que nos llevan a hasta casas señoriales, típicos zaguanes y patios y plazas, como la de Santa Cruz, donde uno puede respirar historia y puede dejar volar la imaginación sobre lo que allí aconteció a lo largo de los siglos.
En otro de los barrios emblemáticos de la ciudad, en Triana, nos encontramos La isla de la Cartuja: el nombre «de la Cartuja» le viene dado por el antiguo monasterio cartujo de Santa María de las Cuevas. Técnicamente no es una isla, ya que no se encuentra completamente rodeada de agua, aunque sí se encuentra bordeada por el río, y de estas dos circunstancias recibe su nombre. Creada para la Exposición Universal del 92, en ella se encuentra uno de los espacios culturales más importantes de la ciudad, el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo.
Disfrutar del momento
Es del todo cierto que cada uno se llevará de Sevilla lo que haya venido buscando porque es una ciudad que no deja indiferente a nadie. Sin duda, es un gran ejercicio el que nos brinda: el de estar presentes. Disfrutar del momento, atesorar cada escultura, cada edificio, cada paseo, cada olor, cada sonido, cada sabor…Disfrutar en un primer momento del Sol que todo lo baña y, que sin ser de su exclusividad, hace aún más agradable cualquier momento vivido, por ejemplo en cualquier parada otoñal que hagamos para degustar su gastronomía. Una gastronomía, que tal como nos explican en mercersevilla.com, se trata de una combinación de tradición y vanguardia, de sabores y texturas, de productos de la tierra que nos deja una experiencia memorable. Y cómo no, todo ello amenizado con el mejor flamenco. Un género que, aunque surgió a finales del siglo XVIII, sigue estando de plena actualidad, ya que crea una atmósfera que a todos “encandila”.
Sin dudad, no sólo tiene un color especial: Sevilla es especial.